1962 FMV Elisa Antoli-Candela y Cano
Hija de un prestigioso otorrino, la joven se encontraba estudiando en Londres cuando recibió la llamada.
El alcalde de Valencia, D. Adolfo Rincón de Orellano, la conocía bien porque el año anterior había sido Reina de la Poesía, la primera que nombró la Asociación de Amigos de la Poesía con la colaboración del Ayuntamiento de Valencia; por lo tanto, conocía su clase, saber estar y simpatía.
El 8 de enero tuvo lugar el nombramiento oficial de Elisa como Fallera Mayor de Valencia, una joven muy fallera que había sido ya Fallera Mayor Infantil de su comisión, Conde Salvatierra-Cirilo Amorós, y a pesar de que se marchó a vivir a Madrid a los trece años nunca perdió el contacto con Valencia.
En 1991, su sobrina Carla Muñoz tuvo el privilegio de ser Fallera Mayor de Valencia; fue entonces cuando Elisa comprobó que su agenda no estaba tan cargada de actos como en los 90.
Elisa encargó sus trajes a Carmen Insa y las telas eran de Catalá. Para la presentación utilizó el Valencia, como era costumbre, y se hizo un par de trajes más, uno en blanco y oro (muy novedoso) y el otro de color azul claro.
Recuerda que en aquellos momentos las falleras lucían trajes muy huecos, a la altura de la rodilla, con unos lazos enormes y unas peinetas inmensas que la “aterrorizaban”; así que, decidió aproximarse en su vestimenta a los grabados valencianos antiguos, alargando un poco la falda hasta el tobillo, aligerando el vuelo y alargando el delantal hasta media falda. La peineta se la hicieron en mate y más baja, con esto sí acertó.
Elisa recuerda que años más tarde, su sobrina también revolucionaría al mundo fallero al ser la primera Fallera Mayor de Valencia que se fotografió oficialmente con el traje del siglo XVIII… “Debe ser cosa de familia”.
De todos los actos vividos el más emotivo para Elisa Antoli y el que recuerda con más emoción es la visita a Quart de les Valls, el pueblo de su bisabuelo por parte paterna el pintor Cebrián Mezquida (uno de los primeros en confeccionar el tapiz de flores en honor a la Virgen). Al llegar al pueblo se encontraron a todos los vecinos ataviados de valencianos, soltaron unas palomas, voltearon las campanas y le regalaron una rosa de oro que guarda como una de las joyas más preciadas.
Ese año la falla municipal fue de las más altas que se habían plantado y quedaba muy voluminosa. El primer premio fue para Vicente Luna que plantó en la plaza Convento de Jerusalén.
En cuanto a música se refiere el twist hacía furor y Elisa, que se define como “muy bailona” se escapó en la noche del Foc para salir a bailar con sus amigas, por ello se llevó una buena reprimenda de Salvador Cerveró, el Presidente de Junta Central Fallera.
El único día de Ofrenda, el 18 de marzo, el tiempo se fue estropeando hasta llover con tal intensidad que Elisa llegó a la Virgen y sólo vio al girarse a su padre y a su hermana Telma. La lluvia continuó hasta el día siguiente retrasando la cremà, aunque por suerte los monumentos pudieron arder sin ningún problema.
A los pocos días de terminar Fallas, Elisa volvió a Madrid con sus padres y hermanos para continuar con sus estudios de inglés y se reencontró con un apuesto gallego, abogado y deportista con quien mantenía cierta amistad, Alejandro Harguindey.
El destino quiso que se volvieran a ver en Alicante, en les Fogueres de Sant Joan, y allí se formalizó su relación. Cinco años después, se casaron y de su matrimonio nacieron cinco hijos: Alejandro, también otorrino, Sergio, Pablo, Marcos y Juan.